La Vega – En una sociedad donde muchas veces se olvida a quienes han dedicado su vida al servicio voluntario, la historia de José Altagracia Abreu, conocido por todos como Pañiño, es un verdadero testimonio de amor, entrega y resiliencia.
Desde el año 1979, Pañiño forma parte de la Defensa Civil en La Vega. Lo que comenzó como un impulso juvenil por ayudar, se transformó en una vocación que ha perdurado por más de cuatro décadas. A pesar de los años y los problemas de salud, incluyendo la pérdida total de la vista a causa del glaucoma, este veterano del voluntariado continúa brindando su apoyo en cada jornada posible.
“Llegué cuando la Defensa Civil ni siquiera tenía un local propio. No teníamos equipos, solo la voluntad”, recuerda con voz pausada pero firme. Fue testigo del desarrollo y transformación de la institución, aportando no solo su tiempo, sino su espíritu inquebrantable de servicio.
Lo más admirable de Pañiño no es solo su permanencia, sino la marca que ha dejado en generaciones. Ha guiado y apoyado a por lo menos cinco generaciones de jóvenes voluntarios, quienes han crecido a su lado escuchando sus consejos, aprendiendo con su ejemplo, y admirando su temple. “Ellos son mi mayor orgullo”, dice con una sonrisa serena.
Pañiño no necesita una medalla ni un reconocimiento en tarima. Su verdadera recompensa está en seguir siendo útil a una comunidad que él ama profundamente. A pesar de no ver con los ojos, ve con el corazón. Y es ese corazón el que lo impulsa cada día a llegar temprano a su amada institución, como uno de los primeros en presentarse.
Su historia nos recuerda que el verdadero heroísmo no se mide por aplausos, sino por constancia, por el amor silencioso a los demás, y por la decisión firme de no abandonar una causa noble, aun cuando las circunstancias se tornen difíciles.
José Altagracia Abreu, Pañiño, es un héroe sin capa. Un ejemplo de que el servicio no se detiene con la edad ni con la oscuridad de la ceguera, porque su luz interior sigue más viva que nunca.
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